Una de efectos colaterales de la pandemia provocada por el SARS-CoV-2 es una clara pérdida de nuestras libertades. Por ejemplo y de forma evidente, los europeos hemos sufrido la limitación de nuestra libertad de movimiento. Acostumbrados a viajar, cruzar fronteras, desplazarnos por carreteras, hacer excursiones, planificar vacaciones, visitar a nuestras personas queridas, salir de noche o simplemente ir a trabajar a diario, ver cómo el confinamiento limita nuestra capacidad de desplazarnos nos ha hecho conscientes de lo crucial que resulta poder movernos libremente. De lo privilegiados que somos quienes por lo general podemos desplazarnos sin temor a ser multados, detenidos o expulsados.
Durante esta cuarentena la frustración colectiva de no poder visitar a familiares o amistades se ha intensificado a medida que iban surgiendo noticias de quienes sí podían moverse sin problema. En el Reino Unido Dominic Cummings, mano derecha del primer ministro Boris Johnson, protagonizó un sonado escándalo por saltarse la cuarentena por ir a visitar a sus padres cuando estaba prohibido hacerlo. En España, cuando apenas podíamos salir de casa, sorprendía que el príncipe Joaquín de Bélgica no tan sólo había logrado viajar desde Bélgica a Madrid, sino que cruzó media península para acudir a una fiesta en Córdoba junto a su novia. No menos malestar ha causado el corredor de seguridad establecido entre Alemania y Baleares para que turistas alemanes puedan disfrutar de su segunda residencia en las islas mientras que los locales seguimos sin saber cuándo podremos regresar a ver a nuestras familias.
Durante el confinamiento se ha visto de forma clara que la movilidad oculta un conjunto de derechos y privilegios que tendemos a olvidar. Que la promesa de un espacio liso que presentan las visiones más neoliberales de la globalización ocultan mapas cruzados de fronteras invisibles, aduanas, corredores de seguridad, salvoconductos y pasaportes que abren o cierran rutas. Sobre todo versa el libro Undeclared Movements, del artista e investigador Krystian Woznicki. En sus páginas explora el lado más oscuro del espacio Schengen relatando el origen del territorio unificado europeo y de cómo se formó la idea de un continente sin fronteras internas. Paradójicamente, para asegurar la libertad de movimiento se han edificado todo un conjunto de infraestructuras y dispositivos diseñados para controlar y determinar el movimiento de las personas. El autor ahonda en cómo la ilusión de la libertad de movimiento para los europeos implica una red densa de fronteras, aduanas y espacios de control para quienes no tuvieron la suerte de nacer en los confines de este territorio.
De forma crítica Woznicki ahonda en todos aquellos controles visibles e invisibles que nacen para proteger nuestra libertad de movimiento pero que a su vez excluyen y limitan los derechos de los no-europeos. Desvela cómo junto a los muros y fronteras que separan a la Europa de Schengen del resto del mundo, aparecen agencias privadas de seguridad, sofisticados sistemas de predicción de movimiento, cámaras, bases de datos, sensores y sistemas biométricos que parametrizan los cuerpos de las personas que quieren cruzar estas fronteras. Un complejo digital militarizado para decidir y limitar la libertad de movimiento de las personas. El autor expone cómo para evitar estos sistemas de control se han ido generando toda una suerte de pasillos seguros que permiten que ciertas élites puedan desplazarse sin tener que pasar por los inconvenientes de aduanas y controles fronterizos. Así sobre el mismo mapa se nos presentan rutas abiertas y cerradas, vías rápidas y lentas, fronteras visibles e invisibles.
El libro dibuja una Unión Europea que es estructuralmente racista, que tiene fronteras digitales instaladas fuera del propio continente para evitar la entrada de personas procedentes del continente africano o del medio oeste. Agencias de fronteras que operan mucho más allá del territorio europeo para minimizar y regular la entrada de personas al continente. En este contexto las personas se vuelven flujos de capital que entran y salen dependiendo de demandas económicas y necesidades del mercado. Se evalúan los cuerpos útiles y se separan de los que pueden suponer una carga económica para los diferentes Estados. Se diseñan sofisticadas herramientas para predecir el movimiento, para calcular las rutas de entrada y salida, para redistribuir cuerpos, para prevenir masificaciones en centros de detención, para gestionar este capital/cuerpo necesario.
Woznicki habla de los movimientos declarados y los que no se pueden declarar. De los cuerpos que nunca son detenidos en la frontera y los que son recurrentemente parados. Los que tienen que ocultarse para moverse y los que pueden desplazarse a plena luz del día. Los cuerpos que son sujetos a técnicas de “seguridad especulativa” y los que son bienvenidos en todos los aeropuertos. Sistemas de vigilancia algorítmica que predicen y definen patrones de movimiento que cada vez tienen un lugar más relevante en los controles fronterizos. Aborda estos nuevos sistemas de seguridad y control reflexionando sobre la cumbre del G20 que tuvo lugar en Hamburgo en 2017 cuando la ciudad fue tomada por fuerzas de seguridad y los canales de movimiento fueron reconfigurados para permitir que líderes mundiales pudieran moverse a su antojo sin cruzarse con quienes como consecuencia habían perdido libertad de movimiento.
La cumbre que fue un verdadero laboratorio de prácticas de seguridad, control y re-organización de la movilidad fue recibida con notable resistencia por parte de colectivos activistas y organizaciones que pusieron en tensión todo el dispositivo policial que rodeaba el encuentro. Alemania que seguía buscando formas de gestionar la llegada masiva de personas tras el verano de 2015 debía mostrar que podía garantizar su poder hegemónico sobre el territorio europeo. Este interesante libro de Woznicki, cruza el ensayo escrito con el ensayo visual, ahonda en las políticas y las estéticas que derivan de estas sociedades de control. Entrelazando textos e imágenes se convierte en un poderoso testigo de unos de los más importantes experimentos diseñados para distribuir libertades y privilegios en torno al movimiento. Analiza y muestra el entramado tecno-armamentístico que regular el desplazamiento de las personas a través del territorio europeo. Sin duda una importante contribución a los estudios visuales y un recordatorio de la violencia estructural sobre la que se sustentan nuestros privilegios.